Un mundo feliz y veloz


Aldous Huxley, el conocido autor  de Un mundo feliz, dijo que la velocidad es uno de los genuinos placeres modernos y quizá rindiéndole un tributo inadvertido, fabricantes de autos como Bugatti, Porshe, Ferrari y Mercedes, lograron ya que sus vehículos aceleren a 100 kilómetros por hora en menos de tres segundos.
Hay quienes sienten un placer extremo al experimentar esas velocidades, accesibles incluso para quienes pueden comprase un Mini Cooper o un Ford Focus St, que logran llegar a los 100k/h en menos de seis segundos, es decir en menos tiempo del que tardo en leer esto.
Sin embargo, cuando esas velocidades se despliegan en las calles de la ciudad, nuestra ciudad, la de usted o cualquier ciudad, estamos no ante el riesgo de un accidente, sino incluso de un crimen, pues al saber las consecuencias de un acto este deja de ser “accidental”.
Por eso la polémica reducción de velocidad que se impuso en diciembre en la ciudad de México, donde el límite para las calles es de 50 km/h (excepto en viaductos donde se permite llegar hasta a 80km/h).
He oído todo tipo de quejas, que si es un riesgo manejar tan despacio, por razones de seguridad, hasta que las máquinas de los vehículos se estropean y carbonizan por no poder acelerarlas más.
Solo que en medio de la discusión están los peatones, esa mayoría no tan ruidosa, que sufre las consecuencias del exceso de velocidad.
Cuando se trata de salvar vidas y evitar lesiones por causas viales, hay que aplaudir una medida como la que se tomó en el DF y abogar porque se extienda a otras ciudades, a pesar de que esta causa nos gane el maelestar de los conductores de autos a quienes, más bien, habrá que mostrar las razones de fondo de este cambio.
Seguro lo entenderán, aunque se tarde en ello. 

Colaboración para radio, 31 de diciembre de 2015